En el mundo de la música pop, hay artistas que parecen diseñados para conectar directamente con la juventud, y Melanie Martinez es sin duda una de ellas. Su presentación en el WiZink Center de Madrid con el Trilogy Tour dejó claro que ha consolidado una estética y un sonido únicos, fusionando una narrativa visual impresionante con letras oscuras y profundas. A lo largo de su carrera, ha construido un universo en el que conviven lo infantil y lo perturbador, y esto se refleja fielmente en su puesta en escena.
El espectáculo comenzó con un aire de nostalgia, mientras Melanie Martínez emergía al escenario acompañada por visuales que evocaban la inocencia de su álbum debut, Cry Baby. Sus fans, en su mayoría adolescentes, la recibieron con un fervor palpable desde el primer momento, con la audiencia cantando cada palabra de «Dollhouse» y «Sippy Cup». La escenografía, repleta de colores pasteles y elementos de cuentos infantiles, contrastaba con las letras sombrías y, en ocasiones, brutalmente honestas de sus canciones. Este contraste es precisamente lo que hace que Melanie destaque: bajo la superficie adorable de muñecas y lazos, sus letras abordan temas como el abuso, la adicción y la alienación.
El Trilogy Tour, como su nombre indica, abarcó las tres eras musicales de la artista, empezando por el icónico Cry Baby, continuando con K-12 y culminando con su más reciente trabajo, PORTALS. Melanie sabe jugar con el drama en el escenario, y su personaje Cry Baby «muere» al final de esta segunda parte, solo para renacer en el último segmento del espectáculo, centrado en PORTALS. Aquí, Martínez apareció vestida como una criatura de otro mundo, con una máscara de cuatro ojos, haciendo gala de su capacidad para reinventarse en cada era. Las referencias visuales a la naturaleza, la muerte y la metamorfosis invadieron el escenario, mientras que canciones como “DEATH” y “VOID” daban vida a este renacimiento, acompañado por un grupo de bailarines que representaban insectos y criaturas mitológicas.
Cada detalle, desde la escenografía hasta los trajes, pasando por las coreografías, estaba diseñado para envolver al público en su mundo. Con una producción impecable y una puesta en escena digna de una película fantástica, Melanie Martínez ha demostrado que no solo es una cantante pop más, sino una artista con una visión única y una habilidad especial para conectar con las emociones más crudas y auténticas de su audiencia.
El Trilogy Tour fue mucho más que un concierto: fue una experiencia visual, emocional y política que dejó una marca en todos los presentes. Martinez ha creado su propio universo, y sus seguidores no solo lo habitan, sino que lo celebran.
