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Natos y Waor hacen historia: llenan el Metropolitano y consagran 15 años de carrera

Sábado, 7 de junio. Afuera del estadio Metropolitano, grupos de jóvenes llegaban en oleadas, muchos con camisetas personalizadas, casi todas con el número 13 a la espalda. Parecía la previa de una final de Champions, pero no se hablaba de fútbol, sino de música. A las 21:00 Natos y Waor subieron al escenario al ritmo de “Piratas”. La entrada fue cinematográfica: un barco digital surcaba las pantallas gigantes, como si llegaran a tomar el estadio por asalto. Más de 60.000 personas coreaban cada frase con la intensidad de quien ha crecido acompañando esas letras. Lo que ocurrió en el Metropolitano fue más que un concierto: fue un homenaje a una trayectoria construida desde abajo.

El repertorio fue un recorrido por todas sus etapas. Desde los cortes más crudos como “Por la jeta” o “Catarsis”, pasando por piezas ya icónicas como “Martes 13”, hasta temas más recientes como “Veneno” o “Mal de amores”. Cada bloque tenía su tempo, su escenografía, su pulso propio. El espectáculo estaba cuidado al detalle, pero lo que no se puede ensayar es la conexión con el público: esa ya estaba ahí desde antes de que se encendieran las luces.

Subieron al escenario figuras como Fernando Costa, Hoke, Israel B, Costa, Naiara o Delaossa, pero el punto álgido fue la aparición de Recycled J. Juntos interpretaron temas como “Sudores fríos”, “Carretera” o “Hasta que salga el sol”, pero el gran anuncio fue lo que vino después: “Hijos de la Ruina Vol. 4” y una gira por toda España en 2026.

En el plano técnico, el concierto mantuvo un nivel alto: visuales impactantes, iluminación medida, fuegos artificiales y una puesta en escena sobria. También hubo momentos de intimidad. Natos interpretó “Por ti” en solitario, con la voz quebrada y los ojos clavados en el horizonte. Waor hizo lo propio con “Caminaré”, con una vulnerabilidad que contrastaba con la energía del resto del show.  El final fue apoteósico. Tras “Bicho raro”, una de las más coreadas, llegó “Cicatrices”, envuelta en una lluvia de fuegos artificiales y abrazos sobre el escenario. Y cuando parecía que todo había terminado, soltaron “Es como la cocaína” en un remix techno que convirtió el estadio en una rave masiva. El broche perfecto.

Quince años después de comenzar, siguen siendo los mismos chavales que vendían su merchandising desde un maletero y dormían en sofás prestados. La diferencia es que ahora llenan estadios sin abandonar su esencia. Y anoche lo dejaron claro: esta vida no será perfecta, pero es suya. Y, por unas horas, fue también la de todos.

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