El 2 de octubre, Akriila se presentó en la Sala del Movistar Arena de Madrid como parte de su gira “Siempre Hay +”. La artista, que ha sido reconocida por Rolling Stone como una de las latinas a seguir en 2024 llegó a Madrid con el objetivo de consolidar su nombre más allá de las fronteras y lo consiguió. Desde el primer acorde quedó claro que Akriila atraviesa uno de los momentos más sólidos de su carrera.

La noche comenzó puntual, sin grandes introducciones. Akriila apareció entre luces magenta y rojas arrancando con “+q ayer”, seguida de “debut” y “paranormal”. Las tres canciones marcaron un inicio potente. En su repertorio no podían faltar algunas de las favoritas de su publico como «popper» o «nana». Desde los primeros temas, la conexión fue inmediata: el público, formado en su mayoría por jóvenes, no dejó de cantar ni un solo verso.

El concierto cambió de tono con “despertar” y “lunes feriado”. Bajaron las pulsaciones y mostraron otra cara del show: una Akriila más reflexiva, menos escénica y más emocional. Las proyecciones digitales y una iluminación más tenue acompañaron el giro hacia un sonido más melódico. Su capacidad para moverse entre géneros — del trap al pop experimental — se sintió natural, sin forzar transiciones.

Uno de los momentos más recordados de la noche llegó con “Carta a mi papá”. Sin acompañamiento visual ni artificios, la artista interpretó la canción en un clima de silencio absoluto con su guitarra. Fue un momento íntimo, sencillo y sincero, donde la vulnerabilidad reemplazó por completo la energía que había dominado el inicio.

El tramo final recuperó la intensidad con “Epitafio”, donde los sonidos electrónicos, los bajos distorsionados y el uso de luces estroboscópicas reforzaron el carácter más oscuro y experimental del espectáculo. Antes de despedirse, Akriila se tomó unos segundos para agradecer al público madrileño. El aplauso fue largo, casi tanto como el eco que dejó su última canción. Con “Para Siempre” cerró su ahow.

Mientras las luces se encendían, la sensación general era de satisfacción y sorpresa. Akriila demostró que su propuesta escapa de las etiquetas y que su crecimiento como artista es ya una realidad. En Madrid, dejó claro que no hay techo a la vista. Esto no termina aquí. Siempre hay más.